Page 316 - La Nave - Tomas Salvador
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era entonces mucho más intensa, mucho más triste.


            Un  palpitar  de  pánico  comenzó  en  la  cámara.


            Afortunadamente, Brisco —era su voz— se impuso:



               —¡No os mováis! ¡Traed falux!



               No todos obedecieron. Un crepitar de lamentos,


            golpes y gritos fue acompañando el lento paso del


            tiempo.  Cuando  algunos  falux  rompieron  las


            tinieblas,  la  cámara  estaba  casi  vacía;  pero  eran


            muchos  los  cuerpos  inmóviles  en  el  suelo,



            abandonados.                       Pudo             verlo            bien,            porque


            acompañado  de  Sad  había  abandonado  la


            concavidad de las teclas y buscó refugio al lado de


            los  padres  de  las  familias,  que  habían  resistido


            heroicamente la tentación de escapar.



               —Hipo —demandó.



               —Ése soy yo.



               —Trabajo para tu familia...



               —¿Eres  tú,  Shim?  Me  estaba  preguntando  si


            estarías detrás de todo esto.


               —Siempre te has hecho preguntas tontas, Hipo —



            musitó Ylus.



               —¡Sí! —gritó Brisco, quizá temiendo el reproche


            de aquellos cuerpos inmóviles—. ¡Ha sido él! Él y


            esa muchacha triste.



               —Os pido perdón. Ha sido demasiado.



               —Sí —dijo Ylus—. Ha sido demasiado.


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