Page 315 - La Nave - Tomas Salvador
P. 315
—Basta Sad, por favor.
Y él mismo aplastó tres o cuatro teclas, dos planos
más abajo, brotando entonces un punto verde que
fue creciendo y suavizando su prepotente
cromatismo. Sad siguió su indicación y colocó sus
manos en el mismo plano. La gama de los verdes
brotó, intensa y fragante, venciendo a los rojos
resplandores; el ritmo era siempre igual: puntos
luminosos que crecían y se desvanecían, para
volver a empezar, para volver una y otra vez a dejar
un germen de alegría.
—Ésta es la esperanza, Sad.
En la cámara se escuchaba el rebullir inquieto de
la masa humana; algunos, muchos quizás, huían;
otros gritaban su desconcierto, y no pocos gemían.
Comprendió que era suficiente la dosis. Brisco
había cumplido su palabra, y era ya tiempo de
paralizar la nueva revelación. Una gratitud inmensa
hacia los antepasados, capaces de crear un mundo
semejante, le invadió. Se encontró buscando
palabras ignoradas para agradecer aquel regalo a
través de las generaciones. Y entonces Sad, cansada,
retiró sus manos. La niebla anaranjada que flotaba
a media altura fue subiendo hasta quedar
concentrada en los focos helicoidales, parpadeó
brevemente y se apagó.
La oscuridad de la Nave, la oscuridad del metal,
315

