Page 354 - La Nave - Tomas Salvador
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dueño
de la Nave. Estaba cansado y dijo: Quiero dormir.
Sus ojos están cerrados y su boca callada.
Se le escapó del pecho la voz que lo animaba;
pero tú sabes que nada se ha perdido, que la
materia
aguarda. Déjale descansar. Déjale descansar.
Dijo, y calló, al tiempo que cerraba la entrada
a la cámara y la luz renacía y el canto se alegraba.
Unas mujeres danzaron cubiertas de negros velos,
cerrados ojos y boca, callados los instrumentos,
más lejano en cada instante el eco de los eternos
corifeos de la Nave. Todo era negro y oscuro,
todo tristeza y silencio, todo presagio y sustento
de ignorada eternidad. Sonó lejano un metal
de sencilla melodía, golpe y sonido quebrado,
latido apenas cantado de un ritmo buscando
origen.
Salió un tropel de muchachas vestidas de blanco y
oro,
como un gritar de esperanza, como un renuevo
de aire, mientras callaba el metal y volvían los
levitas
a cantar sus melopeas. La voz de Mons predicó:
—Volverá después del tiempo a renacer la
blancura
de las cosas iniciadas. En tu morada escondida,
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