Page 18 - Triton - Samuel R. Delany
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tampoco: consideraban a los millones de personas que lo

           hacían, por todos los Satélites Exteriores habitados, como


           gente          vulgar,           que         no       pensaba,             políticamente

           irresponsable                 y        estúpida...,               lo        cual          hacía

           deprimentemente fácil definir a la gente que no las usaba,


           aunque sólo fuera por sus prejuicios, como perteneciente

           a una categoría. Odiaba pertenecer a una categoría. («Mi


           querido joven —había dicho Lawrence—, todo el mundo

           pertenece  a  una  categoría.  La  auténtica  marca  de  la

           inteligencia  social  es  lo  poco  usual  en  que  podemos


           convertir nuestro comportamiento particular para el tipo

           particular  de  persona  que  somos  cuando  nos  vemos

           sometidos a una presión particular.») Así que finalmente


           (¿hacía cinco años? No, seis), había entrado en una, había

           depositado su ficha de un cuarto de franq (sí, había sido

           un  cuarto  de  franq,  entonces)  y  su  tarjeta,  y  había


           contemplado  tres  minutos  de  sí  mismo  de  pie  en  una

           plataforma  de  transporte,  cogiendo  un  folleto  azul


           doblado  en  acordeón  que  llevaba  debajo  del  brazo,

           dudando evidentemente de si tenía tiempo de echarle un

           vistazo  antes  de  que  llegara  el  transporte,  mientras  su


           propia voz, de lo que debía de haber sido una discusión

           telefónica acerca de su tercera recalificación de crédito,


           iba y venía de la irritación a la insistencia.

                Se había sentido divertido.

                Y, sorprendentemente, tranquilizado.




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