Page 269 - Triton - Samuel R. Delany
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Aposentado en su silla, con los dos curvados doseles

           de plástico transparente sobre ellos (el estacionario del


           coche, y el del túnel más arriba retrocediendo a ciento

           setenta y cinco kilómetros por hora), Bron se volvió hacia

           la izquierda (Sam estaba sentado a ese lado), pensó en los


           granjeros del hielo y dijo:

                —Todavía  sigo  preguntándome  por  qué  decidiste


           llevarme.

                —Para  que  dejes  de  incordiarme  —dijo  Sam  con

           afabilidad—. Quizás eso te lleve a algún razonamiento


           político que desafíe seriamente mi propia posición. En

           estos momentos, sin embargo, el tuyo es tan inmaduro

           que no hay nada que pueda decirte, excepto pronunciar


           sonidos educados..., por mucho que esos sonidos puedan

           parecerte ideas. De esa forma tendrás una oportunidad

           de  ver  de  cerca  aunque  sólo  sea  la  más  minúscula


           fracción del gobierno y comprobar lo que está haciendo.

           Normalmente,  el  gobierno  tiene  razón.  Según  mi


           experiencia, ese «normalmente» significa un noventa y

           nueve por ciento con montones de nueves más detrás de

           la  coma  decimal.  No  lo  sé:  quizá  ver  un  poco  de  la


           realidad te haga olvidar tus miedos y cerrar tu boca. O

           quizá  te  envíe  huyendo  sin  parar  de  gritar.  Gritos  o


           silencio,  en  cualquier  caso  estarás  mejor  informado.

           Personalmente, contigo, hallará ambas cosas un alivio.

                —Pero tú ya tienes tu educada opinión acerca de en




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