Page 375 - Triton - Samuel R. Delany
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había seiscientos metros hasta la parte superior de la otra

           ladera que tenían enfrente. Parte del espacio intermedio


           estaba  lleno  con  grandes  rocas,  diminutas  montañas,

           montículos de hierba, rampas artificiales, plataformas y

           superficies en terrazas donde, aquí y allá, se veían otras


           mesas,  empequeñecidas  con  la  distancia,  con  o  sin

           comensales inclinados sobre sus platos. Podían ver una


           docena de hornos donde, utilizando el equipo dispuesto

           a su alrededor, se cocinaban los platos más rústicos.

                Otros clientes, solos o en grupos, acompañados por


           sus propios mayordomos vestidos de negro, recoman los

           senderos y las rampas. La otra ladera, acuchillada en tres

           lugares por cursos de agua, parecía un campo de batalla


           nocturno, iluminada por dispersos fuegos de campaña

           sobre  las  oscuras,  negras  e  irregulares  pendientes.  El

           multiespejado techo, tan pronto como sus ojos iban más


           allá de los diez metros de distancia, se convertía en un

           interminable  parpadeo,  con  un  millón  de  veces  las


           estrellas que podían verse en cualquier cielo normal.

                La voz de la Púa lo devolvió a la realidad:

                —Allí de donde venimos, supongo que nunca hemos


           tenido tanto espacio para desperdiciar. Bueno... —abrió

           su menú—, ¿qué demonios —y alzó la vista hacia él, por


           debajo de unas fruncidas cejas, con una semisonrisa cuyo

           significado político no captó hasta unos segundos más

           tarde— pedimos para cenar?




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