Page 117 - Anatema - Neal Stephenson
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Quizá fuese un sistema demencial y anticuado, pero
tenía una ventaja que no me resultó evidente hasta ese día.
El sistema hidráulico había sido diseñado para llenarse
lentamente. Por tanto, después del ritual, pudimos salir de
la Seo y, caminando con cierta rapidez, seguir el agua a
medida que recorría un acueducto que, pasando junto a
los Siete Escalones, bordeaba el Claustro y atravesaba la
parte posterior hasta el río.
En ese punto un puente de piedra cruzaba la corriente,
anclado en la orilla más cercana por una torre redondeada
y en la otra por un bastión del muro exterior del concento.
Dentro de la torre redonda había una cisterna, que se
estaba llenando con el agua del acueducto, con una salida
situada sobre los pétalos de una rueda de agua. La
mayoría de nosotros llegamos a tiempo de ver que la
cisterna se desbordaba y la rueda comenzaba a girar,
aceptando energía del agua antes de lanzarla al río. Los
engranajes de acero inoxidable de la rueda hacían girar un
eje, tan grueso como mi muslo, que recorría el puente (si
no sabías qué era, podías tomarlo por una barandilla muy
gruesa). Al otro lado del río, dentro del bastión, el eje
accionaba otro juego de engranajes conectado
directamente a las bisagras que hacían girar las puertas.
Al oírlas moverse, corrimos hacia ellas, pero redujimos el
paso al acercarnos, sin saber qué iba a pasar.
Aunque… la verdad, lo teníamos razonablemente claro.
Yo era todavía lo suficientemente joven sin embargo como
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