Page 129 - Anatema - Neal Stephenson
P. 129

—Así  que  es  algo  más  cercano  —dije—,  algo  que


          podemos ver con nuestros telescopios.

            —Es  un  asteroide  —dijo  Jesry,  cansado  de  mi  lento

          progreso con el acertijo.


            —¿Es el Gran Pedrusco?

            —En ese caso Orolo estaría mucho más emocionado.

            Se  trataba  de  una  vieja  broma.  Los  Panjandrumes  nos


          consideraban  unos  inútiles;  una  de  las  pocas  cosas  que

          hubiesen  podido  cambiar  esa  opinión  habría  sido  que

          descubriéramos  un  enorme  asteroide  que  estuviese  a


          punto de chocar contra Arbre. Había estado a punto de

          pasar en 1107. Tras reunir a miles de avotos en un Convox


          se  construyó  una  nave  espacial  para  desviarlo  de  su

          trayectoria.  Pero  cuando  se  lanzó  la  nave,  en  1115,  los

          cosmógrafos  ya  habían  calculado  que  la  roca  no


          impactaría y, por tanto, convirtieron la misión de defensa

          en una misión de estudio. El laboratorio donde se había


          construido la nave era el concento de Sante Rab, en honor

          al cosmógrafo que había descubierto la roca.

            A nuestra derecha, las colinas donde vivían los burgos


          habían desaparecido. En esa dirección un afluente del río

          nos  cortaba  el  paso.  La  carretera  lo  cruzaba  sobre  un

          antiguo  puente  de  acero  construido,  oxidado,  derruido,


          condenado y vuelto a tender con neomateria. Una línea

          discontinua, a esas alturas casi invisible, daba a entender

          a los conductores de vehículos que bien podían tener un


          poco de urbanidad con los peatones que iban entre el carril



                                                                                                          129
   124   125   126   127   128   129   130   131   132   133   134