Page 278 - Anatema - Neal Stephenson
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hasta el fondo estaba totalmente despejada y por tanto
podía ver qué pasaba. No me parecía que hubiese
cambiado nada, pero del pozo se elevaba un sonido
nuevo: el himno de pena y despedida que los Centenos
dedicaban a su hermano que se iba. Les había llevado un
poco empezar. Nadie se lo sabía de memoria. Habían
tenido que buscar en libros de himnos y páginas que rara
vez se usaban el fragmento adecuado. Luego les había
llevado un minuto hacerse a la música, porque se trataba
de una armonía quíntuple. Cuando el himno adquirió la
debida coherencia y ya producía el efecto buscado, yo me
encontraba a medio camino del astrohenge… trepando
tras las esferas del reloj, intentando permanecer tranquilo,
intentando moverme como lo hubiese hecho Lio y evitar
que el paño se me quedase atrapado en los engranajes. La
canción de pena y despedida la verdad es que ponía los
pelos de punta: por alguna razón resultaba incluso más
emotiva que cuando la cantábamos en los funerales. Claro
está, yo no tenía ni la más remota idea de quién era fra
Paphlagon, qué personalidad tenía o qué estudiaba. Pero
los que cantaban sí que le conocían, y parte del efecto de
la música era que me hacía sentir como ellos se sentían.
Y, teniendo en cuenta que fra Paphlagon y yo nos
adentrábamos ambos a solas en territorio desconocido,
quizá yo me sentía un poco como él.
Ya tenía encima el piso principal del astrohenge… había
llegado hasta la curva interna de la bóveda superior del
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