Page 354 - Anatema - Neal Stephenson
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La  joven  jerarca,  llamada  Rotha,  comió  con  rapidez;


          luego  se  levantó  y  salió  del  Refectorio  abrazando  una

          cartera llena de papeles que se agitó con el balanceo de sus

          caderas. Spelikon comió más, pero rechazó la cerveza y el


          vino. Tras unos minutos echó atrás la silla, se limpió los

          labios, se puso en pie y se me acercó.

            —Me preguntaba si podría hablar contigo en la sala de


          Sante Zenla —dijo.

            —Claro —dije, y busqué a Lio, que comía en otra mesa,

          con la mirada—. ¿Te gustaría que fra Lio se nos uniese


          o…?

            —No será necesario —dijo Spelikon. Lo que me pareció


          raro y me causó síntomas físicos de ansiedad, tales como

          el  corazón  desbocado  y  las  palmas  húmedas,  mientras

          seguía a Spelikon por el Claustro hasta la sala de Sante


          Zenla.

            Era una de  las salas de  tiza más pequeñas y antiguas,


          tradicionalmente empleada por los teoréticos edharianos

          de más edad para trabajar en grupo o para enseñar a sus

          estudiantes más avanzados. En toda mi vida sólo había


          entrado  allí  en  un  par  de  ocasiones,  y  jamás  me  habría

          atrevido  a  entrar  de  aquella  forma  y  reclamar  su  uso.

          Disponía  de  una  mesa  pequeña,  como  mucho  para  que


          cuatro  personas  se  sentasen  sobre  sus  esferas.  Rotha  ya

          había llenado la mesa de cosas: una constelación de bulbos

          relucientes  cuya  luz  suave  se  fundía  para  iluminar  un


          montón  de  hojas  en  blanco  y  algunos  manuscritos,  o



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