Page 496 - Anatema - Neal Stephenson
P. 496

dónde había visto antes ese tipo de luz: en los láseres de


          guía del M y M.

            Y ésa era la clave del acertijo. Un rayo láser podía recorrer

          grandes  distancias  sin  dispersarse  demasiado.  Lo  que


          iluminaba  el  cenobio  milenario  no  tenía  que  estar

          necesariamente  cerca.  Podía  estar  a  miles  de  millas  de

          distancia. Sólo podía ser la nave espacial alienígena.


            Del prado surgieron exclamaciones y algunos aplausos.

          Mirando  más  de  cerca  al  cenobio  milenario,  vi  que  de

          detrás  de  sus  muros  se  elevaba  una  columna  de  humo.


          Tragué y durante un momento me sentí mal, creyendo que

          el  láser  lo  estaba  incendiando.  ¡Que  era  un  rayo  de  la


          muerte! Luego recuperé el sentido común. Para quemar

          algo se usa un láser infrarrojo, para calentar las cosas. Por

          definición, ese láser no era infrarrojo, porque podíamos


          verlo. El humo no era producto de edificios ardiendo. Los

          Milésimos  lo  creaban.  Lanzaban  hierba  o  algo  así  a  los


          fuegos,  llenado  de  humo  y  vapor  el  espacio  sobre  su

          cenobio.

            Era  imposible  ver  un  rayo  láser  si  atravesaba  espacio


          vacío o aire limpio, pero si había en él humo o polvo, las

          partículas dispersaban parte de la luz en todas direcciones

          y destacaban el rayo como una línea rielante en el espacio.


            Funcionó.  El  rayo  bien  podía  tener  miles  de  millas  de

          longitud. Nunca podríamos verlo entero… no la parte que

          cruzaba el vacío más allá de la atmósfera. Pero el humo de


          los Milésimos nos permitió ver los últimos cien pies, y por



                                                                                                          496
   491   492   493   494   495   496   497   498   499   500   501