Page 143 - El Planeta Prohibido - Stuart W J
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Comenzaba a subir la planchada, cuando se me ocurrió
mirar al trineo. Uno de los centinelas estaba parado junto al
vehículo, hablándole a Robby. Lancé un grito que atravesó
al hombre como un puñal y tuvo, al mismo tiempo, el efecto
de atraer al contramaestre. Robby trepó a su trineo y se alejó,
envuelto en la habitual nube de polvo, mientras el centinela
venía hasta mí y ejecutaba el saludo militar. Era el cocinero,
que efectuaba su turno de guardia en virtud de la alerta en
vigor. Era un buen cocinero y buena persona. Pero lo mismo
lo reprendí. Le apliqué una suspensión en sus haberes y
ordené al contramaestre que lo anotara en el diario de vuelo.
—Usted podrá creerse privilegiado, pero eso no llega
hasta el abandono de un puesto de guardia —le recriminé,
y luego agregué—: ¿Qué le estaba diciendo al autómata, de
todos modos? —Sentía curiosidad por saberlo.
El cocinero explicó:
—Nada importante, señor. Usted sabe, hemos estado
figurándonos, o discutiendo más bien, si él “piensa” o no.
Por eso estaba tratando de ponerlo a prueba, podría decirse.
Le corté la charla y lo mandé de vuelta a su puesto. Tuve
que hacerlo, porque sentía deseos de reírme. Subí a la nave
y reí con ganas. Eso me hizo sentir mucho mejor y enseguida
decidí lo que iba a hacer con Jerry. Estaba en su camarote,
cumpliendo arresto. Yo había hecho correr el rumor de que
estaba enfermo y no podía hacer guardia. Entré y cerré la
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