Page 145 - El Planeta Prohibido - Stuart W J
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no huno otra novedad. No pasó verdaderamente nada. Tan

         absolutamente nada, que todo lo que pude hacer fué rumiar

         el embrollo que tenía en mi cerebro, sin pensar en Altaira.

                Lo cual resultó imposible. De manera que llegué a un


         estado  tal  que  necesitaba  hablar  con  alguien,  pues,  de  lo

         contrario, hubiera estallado. Naturalmente, elegí al doctor.

         Salimos a dar un paseo por la arena, hasta las rocas. Ese día

         hacía calor; mucho más que el anterior. Nos sentamos en la


         misma piedra en que lo hiciéramos la noche que me narró

         el mito del Unicornio.

                Eso tampoco me hizo mucho bien.


                Conversamos  durante  una  hora  y  concluímos  en  el

         mismo punto del que partimos. Morbius había entregado el

         plomo, o algo mejor. Yo dije que debía haberse comunicado,


         Dios sabe cómo, con sus camaradas o amos altairianos. El

         doctor  no  estuvo  de  acuerdo,  aunque  admitió  que  mi

         suposición era lógica. Pero insistió en que no podía concebir

         a Morbius como un embustero tan grande. Entonces yo me


         puse  a  imaginar  otra  forma  de  lograr  que  Morbius  nos

         descubriera su secreto y el doctor alegó que eso no le parecía

         posible, a juzgar por lo que había observado del personaje.

         Agregó que, después de todo, quizás sería mejor hablar con


         la base y pedir órdenes. En esa forma, yo descargaría mi

         responsabilidad. Le dije que tal vez tuviera razón y ésa fué

         la conclusión a que arribamos. O lo que es lo mismo, a nada.





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