Page 89 - El Planeta Prohibido - Stuart W J
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después de todo? —Su mirada se dirigió nuevamente a
Altaira.
Contemplé impresionado el semicírculo, mientras uno
por uno de sus miembros acudía al llamado de la joven,
tomaba lo que ella le daba —algún alimento— y volvía a su
sitio, para sentarse a mordisquear. Cada minuto me
encontraba más atónito. Porque cada uno era de una clase
diferente. No había siquiera dos iguales. Comencé a
nombrarlos para mí: había un gibón, un capuchino, un
chimpancé, un aullador, un macaco, un tití y un durukulí…
En ningún lugar de la Tierra, excepto un jardín
zoológico, tal colección hubiera tenido sentido. Y aún en un
zoológico hubiera sido menester tenerlos separados. Pero
aquí, donde siquiera una sola clase parecía imposible, esta
pacífica colectividad era suficiente para enloquecer a un
zoólogo…
El último en acercarse a Altana fué el pequeño tití. Ella
le alargó un pedacito, bien alto, y él saltó hasta la altura de
su hombro y lo atrapó. Oímos su risa otra vez, y luego,
obedeciendo a una orden, el monito corrió a ocupar su
puesto en el semicírculo.
Altaira se llevó de nuevo el silbato a los labios. Esta vez
fueron dos los pinchazos en mis oídos y de entre los árboles
salieron trotando un par de ciervos. Ambos eran hembras,
de la especie de Virginia, y hasta cierto punto resultaban
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