Page 86 - El Planeta Prohibido - Stuart W J
P. 86
—¿Por qué no los acompaña, doctor? —Sonrió—. Creo
que le resultaría entretenido. E interesante, además.
—Gracias —repliqué—. Estoy seguro de que será así.
Me encaminé rápidamente a la salida, abrí la puerta y
salí al patio.
Farman y la muchacha no estaban allí, sino del otro
lado, caminando sobre el césped de raro tinte, en dirección
a la pileta. Volví a oír la risa de ella.
No me oyeron hasta que estuve casi junto a ellos.
Entonces Farman giró prestamente la cabeza y me dedicó
una mirada que superaba la que Morbius le di rigiera. Pero
Altaira se volvió también y entonces la cambió por una
sonrisa.
—¡Hola, doctor! —dijo, y yo respondí—: ¡Hola! —y
mirando a la joven, pregunté—: ¿Puedo yo también conocer
a esos amigos suyos?
—Por supuesto que sí —respondió ella—. ¿Le provocan
mis amigos tanta curiosidad como al teniente?
Farman dijo:
—Apuesto que sí. ¿No es cierto, doctor? —En cierto
modo, ellos constituían una pareja; yo era un tercero
inoportuno.
Altaira extrajo algo de un bolsillo de su túnica. Brilló a
la luz color turquesa y me pareció un tubito dorado.
—Ahora los dos deben quedarse aquí y no moverse ni
86

