Page 90 - El Planeta Prohibido - Stuart W J
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más  inverosímiles  aquí  que  los  monos.  Vinieron

         directamente  hacia  la  muchacha  y  se  arrimaron  a  ella,

         acariciándola con sus hocicos. Ella pasó un brazo en torno

         al cuello de cada animal y caminó con ellos hasta el arbusto,


         del cual extrajo nuevamente algo que les dió a comer. Me di

         cuenta  de  que  debía  tener  allí  un  escondite.  Los  monos,

         observándola                  atentamente,                seguían            sentados             en

         semicírculo.


                En  ese  momento,  Altaira  se  separó  de  las  ciervas  y

         golpeó las manos.

                Los dos animales se alejaron trotando, de vuelta a los


         árboles, y un momento después los monos se dispersaban.

                Farman dijo:

                —Parece  que  terminó  el  circo,  ¿verdad,  doctor?  —


         Comenzó a acercarse a la joven; luego, se detuvo al ver que

         ella se llevaba el silbato a los labios—. ¡Espere! dijo. —Falto

         yo en el espectáculo.

                Esta  vez  fueron  tres  las  punzadas  en  mis  oídos.  Me


         pregunté  qué  vendría  ahora  y  observé  que  la  muchacha

         miraba fijamente hacia la derecha, haciéndose sombra en los

         ojos mientras tanto.

                —¡Uuy! —exclamó Farman de pronto. Giré sobre mis


         talones y lo vi echar mano a su pistola. También vi, más allá,

         hacia la izquierda, lo que lo había asustado. De atrás del

         florido cerco que ocultaba la piscina, salía otro animal. Un





                                                                                                            90
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