Page 96 - El Planeta Prohibido - Stuart W J
P. 96
realidad, consideraría cualquier tentativa para sacarme a mí
y a los míos de este planeta, como un secuestro por la fuerza.
Hablaba con deliberada suavidad, pero no quedaba
lugar a dudas acerca de la sinceridad de sus palabras.
Continuó mirándome.
—Estoy seguro de que “usted” me comprenderá, doctor
—dijo—. Usted ha visto mi casa, sus alrededores, la forma
de vida que he construido para mí aquí. ¿Puede usted
concebir a hombre alguno en sus cabales que desee dejar
todo esto para volver a la tensión y el alboroto de ese
pequeño planeta gastado que es la Tierra?
Adams replicó:
—Obedezco órdenes. Tendremos que esperar.
Morbius asintió:
—Exacto —pero me siguió mirando.
Yo no quería decirlo, pero se me escapó.
—Si fuese sólo cuestión de usted, doctor Morbius… —
dije y dejé la frase inconclusa.
Su sonrisa desapareció. Dirigió la vista al otro lado del
salón y frunció el ceño.
—¡Altaira! —llamó, con voz fuerte y severa.
La joven miró; luego, vino hacia él, con Farman a corta
distancia. No sé qué le iba a decir Morbius a su hija, porque
Adams, afortunadamente, lo impidió, poniéndose de pie y
diciendo:
96

