Page 435 - Las Naves Del Tiempo - Stephen Baxter
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Llevé allí a Nebogipfel en brazos. Pesaba tan
poco como un niño y sólo estaba consciente a
medias; me miraba, indefenso, con las gafas
destrozadas, ¡y me era difícil recordar que
representaba a una especie que había
cruzado el espacio y domesticado el Sol!
El fuego fue mi siguiente prioridad. La
madera disponible —ramas caídas y cosas
así— estaba húmeda y mohosa, y la llevé a la
playa para que se secase. Podía encender una
llama con relativa facilidad utilizando hojas
caídas y la chispa de una roca contra un
trozo de metal del coche del tiempo. Al
principio realizaba el ritual de encender
nuevamente el fuego cada mañana, pero
pronto descubrí el sin duda viejo truco de
mantener los carbones ardiendo en la
hoguera durante el día, con lo que era simple
encender el fuego cuando era necesario.
La convalecencia de Nebogipfel transcurrió
con lentitud. La inconsciencia forzada, para
un miembro de una especie que no duerme,
es grave y perturbadora, y después de
haberse restablecido pasó varios días sentado
a la sombra, pasivo y sin ganas de hablar.
Pero se mostró capaz de comer las ostras y
bivalvos que cogía del mar, aunque muy
renuentemente. Con el tiempo pude variar la
dieta con carne de tortuga cocida, ya que esa
criatura era muy abundante a todo lo largo
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