Page 588 - Las Naves Del Tiempo - Stephen Baxter
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o por la contaminación del aire, y sentía una
gran presión en el pecho, como si me
ahogase.
Sabía que no estaría consciente muchos
segundos más. Decidí que al menos, antes de
morir, vería aquel 1891 tan diferente de mi
propio mundo. Puse los brazos debajo —ya
no sentía las manos— y empujé hasta quedar
medio sentado.
La Tierra yacía bajo una luz plateada, como
la luz de la Luna (o al menos eso pensé al
principio). El coche del tiempo estaba, como
si fuese un juguete roto, en medio de una
planicie de hielo antiguo. Era de noche y no
había estrellas —al principio pensé que debía
de haber nubes—, pero luego vi, en lo más
bajo del horizonte, un trozo de Luna, y no
podía entender la ausencia de estrellas; me
pregunté si el frío había dañado mis ojos. El
mundo hermano todavía era verde y sentí
alegría: quizá todavía viviese gente allí.
¡Cuán brillante debía de ser la Tierra helada
en el cielo de aquel mundo joven! Cerca del
borde de la Luna brillaba una luz: no era una
estrella, porque estaba demasiado cerca,
quizá fuese el reflejo del Sol en un lago lunar.
Una parte de mi cerebro me obligó a
preguntar por el origen de la luz plateada,
porque ahora se reflejaba en la escarcha que
se acumulaba en la estructura del coche del
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