Page 593 - Las Naves Del Tiempo - Stephen Baxter
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Nada de muerte. ¡Vaya con la incorporeidad!
Y al comprender que seguía existiendo,
volvió el miedo, instantáneamente, ¡y en un
torrente brutal de productos químicos que
corrían agitados por mi interior!
Ahora, la imponente sombra de la criatura
montaña, desenfocada y ominosa, avanzó
aún más por mi cuerpo, hacia la cabeza.
¡Pronto estaría cubierto! Quería gritar, pero
no podía sentir ni la boca, ni los labios, ni el
cuello.
Nunca, en todos mis viajes, me he sentido
tan indefenso como en aquella ocasión. Me
sentí abierto, como una rana sobre una mesa
de disección.
En aquel momento final, sentí que algo se
movía sobre mi mano. Sentía en ella un frío
indefinido, un roce de pelos: era la mano de
Nebogipfel que sostenía la mía. Me pregunté
si estaba tendido a mi lado, mientras se
realizaba aquella horrorosa vivisección. Traté
de cerrar los dedos, pero no podía mover ni
un músculo.
La sombra piramidal me llegó a la cara, y el
amigable trozo de cielo quedó oscurecido.
Sentí agujas que se me clavaban en el cuello,
mejillas, barbilla y frente. Sentí un pinchazo
—un picor insoportable— en la superficie de
los ojos. Deseé desviar la mirada, cerrar los
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