Page 150 - El Señor De La Luz - Roger Zelazny
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–Ahora veo por qué en una ocasión dijiste que todas las
cosas vienen a ti. Haber traído al mundo semejante doc‐
trina, puedo ver por qué los dioses se sintieron envidiosos.
¡Pobres dioses! Hay que compadecerles. Pero tú sabes. Tú
conoces todas las cosas.
Tathagatha no respondió.
Cuando los vientos de la primavera soplaron de nuevo
cruzando el paisaje, tras haber recorrido el año un ciclo
completo desde la llegada del segundo Buda, un aterrador
alarido llegó un día de los cielos.
Los ciudadanos de Alundil salieron a las calles para mirar
al cielo. Los sudras en los campos interrumpieron su tra‐
bajo y alzaron la vista. En el gran Templo de la colina hubo
un repentino silencio. En el bosquecillo púrpura más allá
de la ciudad, los monjes volvieron sus cabezas.
Aquel que había nacido para gobernar los vientos reco‐
rría las alturas... Procedía del norte, verde y rojo, amarillo
y amarronado... Su deslizarse era como una danza, su ca‐
mino era el aire...
Llegó otro alarido, y luego el batir de poderosas alas
mientras ascendía más allá de las nubes para convertirse
en un minúsculo punto negro.
Y luego cayó, como un meteoro, estallando en llamas, con
todos sus colores brillando con un candente resplandor, a
medida que crecía y crecía, más allá de toda creencia de
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