Page 155 - El Señor De La Luz - Roger Zelazny
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nombre ni el nuevo encajan por lo tanto conmigo, y tam‐
poco los merezco... ¡así que no me llames por ningún nom‐
bre!
Entonces su hoja se convirtió en fuego, saltando hacia to‐
dos lados, llameando, chasqueando.
Yama retrocedió ante la embestida, cediendo terreno
paso a paso, moviendo solamente su muñeca mientras pa‐
raba los golpes que llovían sobre él.
Luego, tras retroceder diez pasos, mantuvo su terreno,
dispuesto a no cederlo. Sus paradas se ampliaron ligera‐
mente, pero sus respuestas se volvieron más repentinas
ahora, y se alternaron con fintas y ataques inesperados.
Midieron sus fuerzas hasta que el sudor empezó a caer a
chorros al suelo; y entonces Yama empezó a presionar su
ataque, poco a poco, forzando a su oponente a retirarse.
Paso a paso, recuperó los diez que había cedido.
Cuando estuvieron de nuevo ocupando las posiciones
que tenían cuando fue dado el primer golpe, Yama recono‐
ció, por encima del chasquear del acero.
–¡Has aprendido bien tus lecciones, Rild! ¡Mejor de lo que
había pensado! ¡Felicitaciones!
Mientras hablaba, su oponente tejió su hoja en una elabo‐
rada doble finta y consiguió alcanzarle ligeramente: un
corte en su hombro, del que empezó a manar sangre que se
mezcló de inmediato con el color de sus ropas.
Yama saltó hacia delante ante aquello, rompiendo la
guardia del otro y lanzándole un golpe al lado del cuello
que hubiera podido decapitarle.
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