Page 159 - El Señor De La Luz - Roger Zelazny
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–«Conserva tu vida y sigue tu camino» –dijo Yama, vol‐
viendo a enfundar su hoja–. «Te libero de tu destino. Elige
hijos y nietos; elige elefantes, caballos, ganado y oro. Elige
cualquier otra gracia..., hermosas doncellas, carruajes, ins‐
trumentos musicales. Te los daré y podrás sacar de ellos
todo el provecho que desees. Pero no me preguntes sobre
la muerte.»
–«Oh Muerte» –cantó el otro–, «eso permanece sólo hasta
mañana. Guarda tus doncellas, caballos, danzas y cancio‐
nes para ti mismo. No aceptaré ninguna otra gracia que no
sea la respuesta a la pregunta que te he formulado. Dime,
oh Muerte, qué yace más allá de la vida, eso sobre lo que
hombres y dioses tienen sus dudas.»
Yama permanecía completamente inmóvil, y no continuó
el poema.
–Muy bien, Rild –dijo, y sus ojos se clavaron en los del
otro–, pero no es un tema sujeto a las palabras. Tengo que
mostrártelo.
Permanecieron quietos así por un momento, y entonces
el hombre de negro vaciló. Alzó su mano ante su rostro,
cubriéndose los ojos, y un solo sollozo escapó de su gar‐
ganta.
Cuando esto ocurrió, Yama se quitó la capa de sus hom‐
bros y la arrojó como una red por encima del arroyo.
Lastrada en sus bordes para esta maniobra, la capa cayó,
como una red, sobre su oponente.
Mientras se debatía para liberarse, el hombre de negro
oyó unos rápidos pasos y luego un golpe, cuando las botas
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