Page 176 - El Señor De La Luz - Roger Zelazny
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Cuando los jinetes del oeste hubieron partido, solamente


          el  Ángel  del  Sur,  vestido  totalmente  de  azul,  se  erguía

          frente al Buda.

             –¿Y  tú?  –preguntó  el  dios  de  la  muerte,  tomando  de


          nuevo sus armas.

             –Yo no tomaré armas de acero o cuero o piedra, como un


          niño toma unos juguetes, para enfrentarme a ti, dios de la

          muerte. Ni compararé la fuerza de mi cuerpo con la del

          tuyo –dijo el Ángel–. Sé que sería derrotado si hiciera esas


          cosas, porque nadie puede enfrentarse a ti con las armas.

             –Entonces sube de nuevo a tu corcel azul y cabalga de

          vuelta a tu lugar, si no quieres luchar –dijo Yama.


             El Ángel no respondió, pero arrojó su escudo azul al aire,

          de modo que giró como una rueda de zafiro, creciendo y


          haciéndose más y más grande mientras flotaba sobre ellos.

             Luego cayó al suelo y empezó a hundirse en él, sin un

          sonido, creciendo todavía mientras desaparecía de la vista,


          y la hierba volvió a unirse entre sí encima del lugar donde

          había golpeado.

             –¿Y qué significa esto? –preguntó Yama.


             –No me enfrentaré contigo de una forma activa. Simple‐

          mente me defenderé. El mío es el poder de la oposición pa‐

          siva. El mío es el poder de la vida, del mismo modo que el


          tuyo es el poder de la muerte. Aunque puedas destruir lo

          que envíe contra ti, no puedes destruirlo todo, oh Muerte.


          El mío es el poder del escudo, pero no el de la espada. La

          vida se te opondrá, Señor Yama, para defender a tu víc‐

          tima.




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