Page 178 - El Señor De La Luz - Roger Zelazny
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–¡Oídme, Poderes! –exclamó–. ¡Desde este momento en
adelante, este lugar llevará la maldición de Yama! ¡Nin‐
guna cosa viva volverá a agitarse de nuevo sobre este
suelo! ¡Ningún pájaro cantará, ninguna serpiente se desli‐
zará aquí! ¡Será un lugar desierto y desolado, un lugar de
rocas y derivante arena! ¡Ni una hoja de hierba se alzará
nunca contra el cielo aquí! ¡Pronuncio esta maldición y
arrojo este destino sobre los defensores de mi enemigo!
Las hierbas empezaron a marchitarse, pero antes de que
le soltaran se produjo un gran sonido crujiente, como de
algo partiéndose, mientras el árbol cuyas raíces mantenían
unido al mundo y entre cuyas ramas estaban atrapadas las
estrellas, como peces en una red, se inclinó hacia delante,
hendido por la mitad, sus ramas superiores desgarrando el
cielo, sus raíces abriendo abismos en el suelo, sus hojas ca‐
yendo como una lluvia verdeazulada a su alrededor. Una
enorme sección de su tronco cayó hacia él, arrojando una
sombra premonitoria tan negra como la noche.
En la distancia vio todavía al Buda, sentado, meditando,
como ajeno al caos que entraba en erupción a su alrededor.
Luego sólo hubo oscuridad, y un sonido como el retum‐
bar de un trueno.
Yama alzó bruscamente la cabeza y abrió los ojos.
Estaba sentado en el bosquecillo púrpura, con la espalda
apoyada contra el tronco de un árbol azul, su hoja cruzada
sobre sus rodillas.
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