Page 47 - El Señor De La Luz - Roger Zelazny
P. 47
–¿Frío? –pregunto extendiendo sus brazos–. Puedo que‐
brar un gigante con estas manos, Yama ¿Que eres tu sino
la carroña expulsada de un dios? Tu ceño puede asustar a
los viejos y a los enfermos. Tus ojos pueden inmovilizar de
espanto a los animales y a las clases inferiores de hombres.
Yo permanezco tan arriba sobre ti como permanece una es‐
trella sobre el fondo del océano.
Las manos enguantadas en rojo de Yama cayeron como
un par de cobras sobre su garganta.
–Entonces prueba esta fuerza de la que tanto te burlas,
Visionario. Has tomado la apariencia del poder ¡Úsalo!
¡Vénceme no con palabras!
Sus mejillas y frente relucieron escarlatas mientras las
manos de Yama se cerraban sobre su garganta. Su ojo pa‐
reció agitarse de uno a otro lado, un verde faro barriendo
el mundo.
Mara cayó de rodillas.
–¡Ya basta, Señor Yama! –jadeó trabajosamente–. ¿Te ma‐
tarías a ti mismo?
Cambió. Sus rasgos fluctuaron, como si se hallara bajo
agitadas aguas.
Yama contempló su propio rostro, vio sus propias manos
rojas tirando de sus muñecas.
–Estás desesperado, Mara, ahora que la vida te abandona.
Pero Yama no es un niño, que teme romper el espejo en que
te has convertido. Prueba tu último truco o muere como un
hombre, al final todo es lo mismo.
Pero una vez más se produjo la fluctuación y el cambio.
47

