Page 46 - El Señor De La Luz - Roger Zelazny
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En su lugar, con su oscilante cabeza alzada hasta casi dos


          veces la altura de un hombre, su plateada capucha desple‐

          gada, la mecanicobra adoptó su posición de ataque en S.

             Yama la ignoró, y su sombría mirada se clavó como la


          sonda de un oscuro insecto en el único ojo de Mara.

             La mecanicobra se esfumó a medio ataque. Yama avanzó


          un paso.

             Mara retrocedió un paso.

             Permanecieron así durante quizá tres latidos de corazón,


          luego Yama avanzó otros dos pasos más y Mara retrocedió

          de nuevo. El sudor perlaba ambas frentes.

             El mendigo era ahora más alto y su cabello más espeso, el


          diámetro de su cintura había aumentado y sus hombros se

          habían hecho más amplios. Una cierta gracia no evidente


          hasta entonces acompañaba todos sus movimientos.

             Retrocedió otro paso.

             –Si Mara hay un dios de la muerte –dijo Yama con los


          dientes apretados–. Caído o no la autentica muerte mora

          en mis ojos. Enfréntate a ellos. Cuando llegues a la pared

          no vas a poder seguir retrocediendo. Nota como las fuerzas


          abandonan tus miembros. Siente como el frío anida en tus

          manos y tus pies.

             Mara mostró los dientes en un gruñido. Su cuello era tan


          recio como el de un toro. Sus bíceps eran tan grandes como

          los muslos de un hombre. Su pecho era un barril de fuerza


          y sus piernas como los troncos de los árboles más grandes

          del bosque.







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