Page 80 - El Señor De La Luz - Roger Zelazny
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–Buenos días, capitán. Gracias por tus palabras.
Sam se levantó y se fue del puerto, encaminándose de
vuelta al distrito comercial y a las calles de los gremios.
El sol era un disco rojo en el cielo alzándose para salir al
encuentro del Puente de los Dioses El príncipe caminó cru‐
zando la ahora despierta ciudad abriéndose camino entre
los tenderetes que desplegaban las habilidades de los pe‐
queños artesanos. Los buhoneros de ungüentos y polvos
perfumes y aceites iban de un lado para otro a su alrede‐
dor. Las floristas agitaban sus guirnaldas y ramilletes a los
transeúntes y los vinateros no decían nada sentados con
sus odres en hileras de bancos a la sombra aguardando a
que sus clientes acudieran a ellos como siempre habían he‐
cho. La mañana olía a comida cocinándose, almizcle, carne,
excrementos, aceites e incienso todo mezclado y flotando
por las calles como una nube invisible.
Vestido como iba como un mendigo no parecía fuera de
lugar el que se detuviera y hablara con el otro mendigo jo‐
robado con el cuenco de pedir limosna entre las manos.
–Hola hermano –dijo–. Me he alejado de mi barrio cum‐
pliendo un encargo ¿Puedes orientarme a la calle de los Te‐
jedores?
El jorobado asintió y agito sugerentemente su cuenco.
Sam extrajo una moneda pequeña de la bolsa oculta entre
sus andrajosas ropas y la dejó caer en el cuenco del joro‐
bado de donde desapareció rápidamente.
–Por ahí –el hombre hizo un gesto con la cabeza–. Cuando
llegues a la tercera calle gira a la izquierda. Luego sigue dos
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