Page 634 - Hijos del dios binario - David B Gil
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haber dormido largas horas, ya que un sopor más
espeso de lo habitual insistía en enredarse entre sus
pensamientos. Despertar así, se dijo, desorientada
en dormitorios ajenos, empezaba a convertirse en
un mal hábito.
Se incorporó con desgana y fue hasta el aseo,
donde se enjuagó el rostro y se refrescó la garganta
reseca; después, sin saber muy bien qué otra cosa
podía hacer, se encaminó hacia la planta baja. Solo
al pasar junto a un espejo recordó las palabras de
Clarice, y se preguntó si era apropiado dejarse ver
con los pantalones cortos y la camiseta ajustada
que había usado para dormir. No era lo más
escandaloso que se había puesto para ir a la cama,
y dudaba que su anfitrión se conmoviera ante tan
discreta muestra de intimidad, así que decidió
dejar a un lado sus absurdas cautelas y continuó
hacia el salón, que permanecía a oscuras y en
silencio.
Apenas había descendido tres escalones cuando
comprobó que no estaba sola: en un rincón de la
estancia, entre extraños aparatos de gimnasia, sacos
de boxeo y armas blancas de madera, el
indescifrable Daniel Adelbert permanecía sentado
con las piernas cruzadas. Meditaba con los ojos
cerrados y parecía completamente desconectado
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