Page 734 - Hijos del dios binario - David B Gil
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obstáculo, hasta que la linterna se desmenuzó entre


           sus  dedos  y  el  candado,  quebrado  por  el  impacto


           final, cayó al suelo descerrajado. El muchacho tiró


           de la barra que atravesaba ambas puertas y empujó



           la hoja hacia fuera.


                  Un  aire  gélido  les  enjugó  el  rostro  y  se  coló


           entre sus ropas, les bajó por la garganta y les enfrió


           el pecho, y aun así, se sintieron reconfortados como


           nunca  antes.  Eugene  cerró  los  ojos  e  inspiró


           profundamente el aroma de la noche.


                  —Así  es  como  huele  la  libertad  —constató.  Y



           sonrió feliz.




























































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