Page 828 - Hijos del dios binario - David B Gil
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Cuando Rosesthein calló, el silencio del valle se
tornó atronador. Incapaz de soportarlo, Inamura se
puso en pie, pero antes de marchar, miró a los ojos
de aquel anciano derrotado.
—La grandeza de esos hombres radicaba en sus
circunstancias, en la oportunidad que estas les
dieron de sacar lo mejor de ellos. Por sí solos no
son más extraordinarios que muchas otras
personas que pueblan nuestro tiempo. Solo
hombres, Ludwig, como tú y como yo.
—Hablas como una persona a la que todo le ha
sido dado. Yo, sin embargo, nací sin nada, puedo
decir que he llegado a ser quien soy a pesar de mis
circunstancias. —Apartó la mirada—. Pero no
esperaba que lo comprendieras. La visión de un
hombre solo le pertenece a él.
Kenzõ Inamura asintió. Ya solo podía sentir
compasión por el viejo enemigo de su padre, y
supo que esa era su victoria.
—Adiós, Ludwig, no creo que volvamos a
vernos. Ya no quedan motivos.
Las puertas de St. Martha aparecían abiertas de
par en par, las ráfagas de luz azul percutiendo
contra sus muros, proyectando sombras
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