Page 44 - El alquimista
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«Se llama Principio Favorable, la suerte del principiante. Porque la
                                 vida quiere que tú vivas tu Leyenda Personal», había dicho el viejo.
                                    El Mercader, no obstante, entendía lo que el chico decía. Su simple
                                 presencia en la tienda era ya una señal y con todo el dinero que
                                 entraba diariamente en la caja él no podía estar arrepentido de haber
                                 contratado al español. Aunque el chico estuviera ganando más de lo
                                 que debía, porque como él había pensado que las ventas ya no
                                 aumentarían jamás, le había ofrecido una comisión alta, y su intuición
                                 le decía que en breve el chico estaría junto a sus ovejas.
                                    -¿Por qué querías ir a las Pirámides? -preguntó para cambiar el tema
                                 de la estantería.
                                    -Porque siempre me han hablado de ellas -dijo el chico sin
                                 mencionar su sueño. Ahora el tesoro era un recuerdo siempre
                                 doloroso y él trataba en la medida de lo posible de evitarlo.
                                    -Yo aquí no conozco a nadie que quiera atravesar el desierto sólo
                                 para ver las Pirámides -replicó el Mercader-. No son más que una
                                 montaña de piedras. Tú puedes construirte una en tu huerto.
                                    -Usted nunca soñó con viajar -dijo el muchacho mientras iba a
                                 atender a un nuevo cliente que entraba en la tienda.
                                    Dos días después el viejo buscó al chico para hablar de la estantería.
                                    -No me gustan los cambios -le dijo-. Ni tú ni yo somos como
                                 Hassan, el rico comerciante. Si él se equivoca en una compra, no le
                                 afecta demasiado. Pero nosotros dos tenemos que convivir siempre
                                 con nuestros errores.
                                    «Es verdad», pensó el chico.
                                    -¿Por qué quieres hacer la estantería? -preguntó el Mercader.
                                    -Quiero volver lo más pronto posible con mis ovejas. Tenemos que
                                 aprovechar cuando la suerte está de nuestro lado, y hacer todo lo
                                 posible por ayudarla, de la misma manera que ella nos está ayudando.
                                 Se llama Principio Favorable, o «suerte del principiante».
                                    El viejo permaneció algún tiempo callado. Después dijo:
                                    -El Profeta nos dio el Corán y nos dejó únicamente cinco obliga-
                                 ciones   que tenemos que cumplir en nuestra existencia. La más
                                 importante es la siguiente: sólo existe un Dios. Las otras son: rezar
                                 cinco veces al día, ayunar en el mes del Ramadán, hacer caridad con
                                 los pobres...
                                    Se interrumpió. Sus ojos se llenaron de lágrimas al hablar del
                                 Profeta. Era un hombre fervoroso y, a pesar de su carácter impaciente,
                                 procuraba vivir su vida de acuerdo con la ley musulmana.


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