Page 45 - El alquimista
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-¿Y cuál es la quinta obligación? -quiso saber el muchacho.
                                          -Hace dos días me dijiste que yo nunca sentí deseos de viajar
                                       -repuso el Mercader-. La quinta obligación de todo musulmán es hacer
                                       un viaje. Debemos ir, por lo menos una vez en la vida, a la ciudad
                                       sagrada de La Meca.
                                          »La Meca está mucho más lejos que las Pirámides. Cuando era
                                       joven, preferí juntar el poco dinero que tenía para poner en marcha
                                       esta tienda. Pensaba ser rico algún día para ir a La Meca. Empecé a
                                       ganar dinero, pero no podía dejar a nadie cuidando los cristales porque
                                       son piezas muy delicadas. A1 mismo tiempo, veía pasar frente a mi
                                       tienda a muchas personas que se dirigían hacia allí. Algunos peregrinos
                                       eran ricos, e iban con un séquito de criados y camellos, pero la mayor
                                       parte de las personas eran mucho más pobres que yo.
                                          »Todos iban y volvían contentos, y colocaban en la puerta de sus
                                       casas los símbolos de la peregrinación. Uno de los que regresaron, un
                                       zapatero que vivía de remendar botas ajenas, me dijo que había
                                       caminado casi un año por el desierto, pero que se cansaba mucho más
                                       cuando tenía que caminar algunas manzanas en Tánger para comprar
                                       cuero.
                                          -¿Por qué no va a La Meca ahora? -inquirió el muchacho.
                                          -Porque La Meca es lo que me mantiene vivo. Es lo que me hace
                                       soportar todos estos días iguales, esos jarrones silenciosos en los
                                       estantes, la comida y la cena en aquel restaurante horrible. Tengo
                                       miedo de realizar mi sueño y después no tener más motivos para
                                       continuar vivo.
                                          »Tú sueñas con ovejas y con Pirámides. Eres diferente de mí,
                                       porque deseas realizar tus sueños. Yo sólo quiero soñar con La Meca.
                                       Ya imaginé miles de veces la travesía del desierto, mi llegada a la plaza
                                       donde está la Piedra Sagrada, las siete vueltas que debo dar en torno a
                                       ella antes de tocarla. Ya imaginé qué personas estarán a mi lado, frente
                                       a mí, y las conversaciones y oraciones que compartiremos juntos. Pero
                                       tengo miedo de que sea una gran decepción, y por eso sólo prefiero
                                       seguir soñando.
                                          Ese día el Mercader dio permiso al muchacho para construir la
                                       estantería. No todos pueden ver los sueños de la misma manera.
                                          Pasaron más de dos meses y la estantería atrajo a muchos clientes
                                       a la tienda de los cristales. El muchacho calculó que con seis meses
                                       más de trabajo ya podría volver a España, comprar sesenta ovejas y aun
                                       otras sesenta más. En menos de un año habría duplicado su rebaño, y


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