Page 68 - El alquimista
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medio del desierto o en medio de una gran ciudad. Y cuando estas
                                 personas se cruzan y sus ojos se encuentran, todo el pasado y todo el
                                 futuro pierde su importancia por completo, y sólo existe aquel
                                 momento y aquella certeza increíble de que todas las cosas bajo el sol
                                 fueron escritas por la misma Mano. La Mano que despierta el Amor, y
                                 que hizo un alma gemela para cada persona que trabaja, descansa y
                                 busca tesoros bajo el sol. Porque sin esto no habría ningún sentido
                                 para los sueños de la raza humana.
                                    Maktub, pensó el muchacho.
                                    El Inglés se levantó de donde estaba sentado y sacudió al chico.
                                    -¡Vamos, pregúntaselo a ella!
                                    Él se aproximó a la joven. Ella volvió a sonreír. Él sonrió también.
                                    -¿Cómo te llamas? -preguntó.
                                    -Me llamo Fátima -dijo la joven mirando al suelo.
                                    -En la tierra de donde yo vengo algunas mujeres se llaman así.
                                    -Es el nombre de la hija del Profeta -explicó Fátima-. Los guerreros
                                 lo llevaron allí.
                                    La delicada moza hablaba de los guerreros con orgullo. Como a su
                                 lado el Inglés insistía, el muchacho le preguntó por el hombre que
                                 curaba todas las enfermedades.
                                    -Es un hombre que conoce los secretos del mundo. Conversa con
                                 los djins del desierto -dijo ella.
                                    Los djins eran los demonios. La moza señaló hacia el sur, hacia el
                                 lugar donde habitaba aquel extraño hombre.
                                    Después llenó su cántaro y se fue. El Inglés se fue también, en busca
                                 del Alquimista. Y el muchacho se quedó mucho tiempo sentado al
                                 lado del pozo, entendiendo que algún día el Levante había dejado en
                                 su rostro el perfume de aquella mujer, y que ya la amaba incluso antes
                                 de saber que existía, y que su amor por ella haría que encontrase todos
                                 los tesoros del mundo.
                                    Al día siguiente el muchacho volvió al pozo a esperar a la moza.
                                 Para su sorpresa, se encontró allí con el Inglés, mirando por primera
                                 vez hacia el desierto.
                                    -Esperé toda la tarde y toda la noche -le dijo-. Él llegó con las
                                 primeras estrellas. Le conté lo que estaba buscando. Entonces él me
                                 preguntó si ya había transformado plomo en oro, y yo le dije que eso
                                 era lo que quería aprender.
                                    »Y me mandó intentarlo. Todo lo que me dijo fue: «Ve e inténtalo.»




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