Page 70 - El alquimista
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El muchacho oía su voz y la encontraba más hermosa que el sonido
del viento entre las hojas de las datileras.
-Hace mucho tiempo que estuve aquí, en este pozo, esperándote.
No consigo recordar mi pasado, la Tradición, la manera en que los
hombres esperan que se comporten las mujeres del desierto. Desde
pequeña soñaba que el desierto me traería el mayor regalo de mi vida.
Este regalo llegó, por fin, y eres tú.
El muchacho sintió deseos de tocar su mano. Pero Fátima estaba
sosteniendo las asas del cántaro.
-Tú me hablaste de tus sueños, del viejo rey y del tesoro. Me
hablaste de las señales. Ya no tengo miedo de nada, porque fueron estas
señales las que te trajeron a mí. Y yo soy parte de tu sueño, de tu
Leyenda Personal, como sueles decir.
»Por eso quiero que sigas en la dirección de lo que viniste a buscar.
Si tienes que esperar hasta el final de la guerra, muy bien. Pero si tienes
que partir antes, ve en dirección a tu Leyenda. Las dunas cambian con
el viento, pero el desierto sigue siendo el mismo. Así sucederá con
nuestro amor.
»Maktub -añadió-. Si yo soy parte de tu Leyenda, tú volverás un
día.
El muchacho se quedó triste tras el encuentro con Fátima. Se
acordaba de mucha gente que había conocido. A los pastores casados
les costaba mucho convencer a sus esposas de que debían andar por
los campos. El amor exigía estar junto a la persona amada.
A1 día siguiente contó todo esto a Fátima.
-El desierto se lleva a nuestros hombres y no siempre los devuelve
-dijo ella-. Entonces nos acostumbramos a esto. Y ellos pasan a existir
en las nubes sin lluvia, en los animales que se esconden entre las
piedras, en el agua que brota generosa de la tierra. Pasan a formar parte
de todo, pasan a ser el Alma del Mundo.
»Algunos vuelven. Y entonces todas las mujeres se alegran, porque
los hombres que ellas esperan también pueden volver algún día. Antes
yo miraba a esas mujeres y envidiaba su felicidad. Ahora yo también
tendré una persona a quien esperar.
»Soy una mujer del desierto, y estoy orgullosa de ello. Quiero que
mi hombre también camine libre como el viento que mueve las dunas.
También quiero poder ver a mi hombre en las nubes, en los animales
y en el agua.
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