Page 73 - El alquimista
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imposible entrar en una batalla sabiendo cuándo se va a morir. Los
                                       Guerreros preferían el sabor de la lucha y la emoción de lo desconoci-
                                       do. El futuro había sido escrito por Alá, y cualquier cosa que hubiese
                                       escrito era siempre para el bien del hombre. Entonces los Guerreros
                                       apenas vivían el presente, porque el presente estaba lleno de sorpresas
                                       y ellos tenían que vigilar muchas cosas: dónde estaba la espada del
                                       enemigo, dónde estaba su caballo, cuál era el próximo golpe que debía
                                       lanzar para salvar la vida.
                                          El camellero no era un Guerrero, y ya había consultado a algunos
                                       Adivinos. Muchos le habían dicho cosas acertadas, otros, cosas
                                       equivocadas. Hasta que uno de ellos, el más viejo (y el más temido) le
                                       preguntó por qué estaba tan interesado en saber su futuro.
                                          -Para poder hacer las cosas -repuso el camellero-. Y cambiar lo que
                                       no me gustaría que sucediera.
                                          -Entonces dejará de ser tu futuro -replicó el Adivino.
                                          -Entonces tal vez quiero conocer el futuro para prepararme para las
                                       cosas que vendrán.
                                          -Si son cosas buenas, cuando lleguen serán una agradable sorpresa
                                       -dijo el Adivino-. Y si son malas, empezarás a sufrir mucho antes de
                                       que sucedan.
                                          -Quiero conocer el futuro porque soy un hombre -dijo el camelle-
                                       ro al Adivino-. Y los hombres viven en función de su futuro.
                                          El Adivino guardó silencio unos instantes. Él era especialista en el
                                       juego de varillas, que se arrojaban al suelo y se interpretaban según la
                                       manera en que caían. Aquel día él no lanzó las varillas, sino que las
                                       envolvió en un pañuelo y las volvió a colocar en el bolsillo.
                                          -Me gano la vida adivinando el futuro de las personas -dijo-.
                                       Conozco la ciencia de las varillas y sé cómo utilizarla para penetrar en
                                       este espacio donde todo está escrito. Allí puedo leer el pasado,
                                       descubrir lo que ya fue olvidado y entender las señales del presente.
                                          »Cuando las personas me consultan, yo no estoy leyendo el futuro;
                                       estoy adivinando el futuro. Porque el futuro pertenece a Dios, y él
                                       sólo lo revela en circunstancias extraordinarias. ¿Y cómo consigo
                                       adivinar el futuro? Por las señales del presente. Es en el presente donde
                                       está el secreto; si prestas atención al presente, podrás mejorarlo. Y si
                                       mejoras el presente, lo que sucederá después también será mejor.
                                       Olvida el futuro y vive cada día de tu vida en las enseñanzas de la Ley
                                       y en la confianza de que Dios cuida de sus hijos. Cada día trae en sí la
                                       Eternidad.


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