Page 78 - El alquimista
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el Enemigo y precisamente por eso él no necesitaba preocuparse por la
muerte, porque había un Alma del Mundo. Dentro de poco él estaría
formando parte de ella. Y mañana el Enemigo, también.
El extraño, sin embargo, se limitaba a mantener la espada apoyada
en su cabeza.
-¿Por qué leíste el vuelo de los pájaros?
-Leí sólo lo que los pájaros querían contar. Ellos quieren salvar el
oasis, y vosotros moriréis. El oasis tiene más hombres que vosotros.
La espada continuaba en su cabeza.
-¿Quién eres tú para cambiar el destino de Alá?
-Alá creó los ejércitos, y creó también los pájaros. Alá me mostró
el lenguaje de los pájaros. Todo fue escrito por la misma Mano -dijo el
muchacho recordando las palabras del camellero.
El extraño finalmente retiró la espada de la cabeza. El muchacho
sintió cierto alivio. Pero no podía huir.
-Cuidado con las adivinaciones -le advirtió el extraño-. Cuando
las cosas están escritas, no hay manera de evitarlas.
-Sólo vi un ejército -dijo el muchacho-. No vi el resultado de la
batalla.
A1 caballero pareció complacerle la respuesta. Pero mantenía la
espada en la mano.
-¿Qué es lo que haces, extranjero en una tierra extranjera?
-Busco mi Leyenda Personal. Algo que tú no entenderás nunca.
El caballero envainó su espada y el halcón en su hombro dio un
grito extraño. El muchacho empezó a tranquilizarse.
-Tenía que poner a prueba tu valor -dijo el extraño-. El coraje es el
don más importante para quien busca el Lenguaje del Mundo.
El muchacho se sorprendió. Aquel hombre hablaba de cosas que
poca gente conocía.
-Es necesario no claudicar nunca, aun habiendo llegado tan lejos
-continuó-. Es necesario amar el desierto, pero jamás confiar entera-
mente en él. Porque el desierto es una prueba para todos los hombres;
cada paso es una prueba, y mata a quien se distrae.
Sus palabras le recordaban a las palabras del viejo rey.
-Si llegan los guerreros, y tu cabeza aún está sobre los hombros
después de la puesta de sol, búscame -dijo el extraño.
La misma mano que había empuñado la espada empuñó un látigo.
El caballo se empinó nuevamente levantando una nube de polvo.
-¿Dónde vives? -gritó el chico mientras el caballero se alejaba.
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