Page 49 - 20 LABERINTO DE LA SOLEDAD--OCTAVIO PAZ
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regida por el derecho divino y el absolutismo monárquico, había sido creada en todas sus piezas
como un inmenso, complicado artefacto destinado a durar pero no a transformarse. En la época de
Sor Juana los mejores espíritus empiezan a mostrar —así sea en forma borrosa y tímida— una
vitalidad y curiosidad intelectual en abierto contraste con la anemia de la España negra de Carlos II
(significativamente apodado El Hechizado). Sigüenza y Góngora se interesa por las antiguas
civilizaciones indias y, con Sor Juana y algunos otros, por la filosofía de Descartes, la física
experimental, la astronomía. La Iglesia ve con recelo todas estas curiosidades; el poder temporal,
por su parte, extrema el aislamiento político, económico y espiritual de sus colonias, hasta
convertirlas en recintos cerrados. En los campos y en las ciudades hay disturbios, reprimidos impla-
cablemente. En ese mundo cerrado la generación de Sor Juana se hace ciertas preguntas —más
insinuadas que formuladas, más presentidas que pensadas— para las que su tradición espiritual no
ofrecía respuesta. (Las respuestas ya habían sido dadas afuera, en el aire libre de la cultura europea.)
Esto explica, acaso, que a pesar de su osadía, nadie entre ellos emprenda la crítica de los principios
que fundaban la sociedad colonial, ni proponga otros. Cuando la crisis se declara, esa generación
abdica. Ha cesado su ambigua lucha. Su renuncia —que no tiene nada que ver con una conversión
religiosa— desemboca en el silencio. No se entregan a Dios, sino que se niegan a sí mismos. Esa
negación es la del mundo colonial, que se cierra sobre sí mismo. No hay salida, excepto por la
ruptura.
Nadie como Juana de Asbaje encarna la dualidad de ese mundo, aunque la superficie de su obra,
como la de su vida, no delate fisura alguna. Todo en ella responde a lo que su tiempo podía pedir a
una mujer. Al mismo tiempo y sin contradicción profunda, Sor Juana era poetisa y monja jerónima,
amiga de la Condesa de Paredes y autora dramática. Sus devaneos amorosos, si los tuvo o si sólo
son inflamadas invenciones retóricas, su amor por la conversación y la música, sus tentativas
literarias y hasta las tendencias sexuales que algunos le atribuyen, no se oponen, sino exigen un fin
ejemplar. Sor Juana afirma su tiempo tanto como su tiempo se afirma en ella. Pero dos de sus obras,
la Respuesta a Sor Filotea y el Primer Sueño, arrojan una extraña luz sobre su figura y sobre su
tiempo. Y la hacen ejemplar en sentido muy distinto al que piensan sus panegiristas católicos. Se ha
comparado el Primer Sueño a las Soledades. En efecto, el poema de Sor Juana es una imitación del
de don Luis de Góngora. No obstante, las diferencias profundas son mayores que las semejanzas
externas. Menéndez y Pelayo reprochaba a Góngora su vaciedad. Si se sustituye este adjetivo por la
palabra "superficial", se estará más cerca de la concepción poética de Góngora, que no pretende
sino construir—o como decía Bernardo Balbuena: contrahacer— un mundo de apariencias. La tra-
ma de las Soledades cuenta poco; la sustancia filosófica —si existe alguna— importa menos. Todo
es pretexto para descripciones y digresiones. Y cada una de ellas se disuelve, a su vez, en imágenes,
antítesis y figuras retóricas. Si algo camina en el poema de Góngora, no es precisamente el
náufrago, ni su pensamiento, sino la imaginación del poeta. Pues, como él mismo dice en el prólo-
go, sus versos "pasos de un peregrino son errante". Y este son peregrino, este peregrino que canta,
se detiene en una palabra o en un color, lo acaricia y lo prolonga y hace de cada período una imagen
y de cada imagen un mundo. El discurso poético fluye lento, se bifurca en "paréntesis frondosos",
que son islas esbeltas, y continúa errante entre paisajes, sombras, luces, realidades que redime e
inmoviliza. La poesía es goce puro, recreación artificial de una naturaleza ideal, según indica
Dámaso Alonso. Así, no hay conflicto entre sustancia y forma, porque Góngora vuelve todo forma,
todo superficie cristalina o trémula, tersa o undosa.
Sor Juana utiliza el procedimiento de Góngora, pero acomete un poema filosófico. Quiere
penetrar en la realidad, no transmutarla en deliciosa superficie. Las oscuridades del poema son
dobles: las sintácticas y mitológicas y las conceptuales. El poema, dice Alfonso Reyes, es una
tentativa por llegar "a una poesía de pura emoción intelectual". La visión que nos entrega el Primer
Sueño es la del sueño de la noche universal, en la que el mundo y el hombre sueñan y son soñados.
Cosmos que se sueña hasta cuando sueña que despierta. Nada más alejado de la noche carnal y
espiritual de los místicos que esta noche intelectual. El poema de Sor Juana no tiene antecedentes en
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