Page 50 - 20 LABERINTO DE LA SOLEDAD--OCTAVIO PAZ
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la poesía de la lengua española y, como insinúa Vossler, prefigura  el movimiento poético de la
                  Ilustración alemana. Pero el Primer Sueño es un intento más que un logro, al contrario de lo que
                  ocurre con las Soledades, aunque su autor no las haya terminado. Y no podía ser de otro modo, pues
                  en el poema de Sor Juana, como en su vida misma, hay una zona neutra, de vacío: la que produce el
                  choque de las tendencias opuestas que la devoraban y que no acertó a reconciliar.
                     Sor Juana nos ha dejado un texto revelador, al mismo tiempo declaración de fe en la inteligencia
                  y renuncia a su ejercicio: la Respuesta a Sor Filotea. Defensa del intelectual y de la mujer, la
                  Respuesta es también la historia de una vocación. Si se ha de hacer caso a sus confesiones, apenas
                  hubo ciencia que no la tentara. Su curiosidad no es la del hombre de ciencias, sino la del hombre
                  culto que aspira a integrar en una visión coherente todas las particularidades del conocimiento. Pre-
                  sentía un oculto engarce entre todas las verdades.  Al referirse a la diversidad de sus estudios,
                  advierte que sus contradicciones son más aparentes que reales, "al menos en lo formal y
                  especulativo". Las ciencias y las artes, por más contrarias que sean, no sólo no estorban a la com-
                  prensión general de la naturaleza, "sino la ayudan, dando luz y abriendo camino las unas a las otras,
                  por variaciones y ocultos enlaces... de manera que parece que se corresponden y están unidas en
                  admirable trabazón y concierto"...
                     Si no era mujer de ciencia, tampoco era un espíritu filosófico, porque carecía del poder que
                  abstrae. Su sed de conocimiento no está reñida con la ironía y la versatilidad y en otros tiempos
                  hubiera escrito ensayos y crítica. Así, no vive para una idea, ni crea ideas nuevas: vive las ideas, que
                  son su atmósfera y su alimento natural. Es un intelectual: una conciencia. No es posible dudar de la
                  sinceridad de sus sentimientos religioso, pero allí donde un espíritu devoto encontraría pruebas de la
                  presencia de Dios o de su poder, Sor Juana halla ocasión para formular hipótesis y preguntas.
                  Aunque repita con frecuencia que todo viene de Dios, busca siempre una explicación racional:
                  "Estaban en mi presencia dos niñas jugando con un trompo y apenas yo vi el movimiento y la figura
                  cuando empecé, con esta mi locura, a considerar el fácil motu de la forma esférica...”
                     Contrastan estas declaraciones con las de los escritores españoles de la época —y aun con las de
                  los escritores de las generaciones posteriores—. Para ninguno de ellos el mundo físico es un
                  problema: aceptan la realidad tal cual es o la condenan. Fuera de la acción, no hay sino la
                  contemplación, parece decirnos la  literatura española de los Siglos de Oro. Entre aventura y
                  renuncia se mueve la vida histórica española.  Ni Gracián ni Quevedo, para no hablar de los
                  escritores religiosos, muestran interés por el conocimiento en sí. Desdeñan la curiosidad intelectual
                  y todo su saber lo refieren a la conducta, a la moral o a la salvación. Estoicos o cristianos, como se
                  ha dicho, ignoran la actividad intelectual pura. Fausto es impensable en esa tradición. La
                  inteligencia no les proporciona ningún placer; es  un arma peligrosa: sirve para derrotar a los
                  enemigos pero también puede hacernos perder el alma. La solitaria figura de Sor Juana se aísla más
                  en ese mundo hecho de afirmaciones y negaciones, que ignora el valor de la duda y del examen.
                     La Respuesta no es sólo un autorretrato sino la defensa de un espíritu siempre adolescente,
                  siempre ávido e irónico, apasionado y reticente. Su doble soledad, de mujer y de intelectual,
                  condensa un conflicto también doble: el de su sociedad y el de su feminidad. La respuesta a Sor
                  Filotea es una defensa de la mujer. Hacer esa defensa y atreverse a proclamar su afición por el
                  pensamiento desinteresado, la hacen una figura moderna. Si en su afirmación del valor de la
                  experiencia no es ilusorio ver una instintiva reacción contra el pensamiento tradicional de España,
                  en su concepción del conocimiento —que no confunde con la erudición,  ni identifica con la
                  religión— hay una implícita defensa de la conciencia intelectual. Todo la lleva a concebir el mundo
                  como un problema o como un enigma más que como un sitio de salvación o perdición. Y esto da a
                  su pensamiento una originalidad que merecía algo más que los elogios de sus contemporáneos o que
                  los reproches de su confesor y que aún en nuestros días solicita un juicio más hondo y un examen
                  más arriesgado.
                     "¿Cómo es posible que sonidos tan preñados de futuro salgan  de pronto de un convento de
                  monjas mexicanas?", se pregunta Vossler. Y se responde: "su curiosidad por la mitología antigua y




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