Page 55 - 20 LABERINTO DE LA SOLEDAD--OCTAVIO PAZ
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insurgentes y consuman la Independencia. Se trata de un verdadero acto de prestidigitación: la
separación política de la Metrópoli se realiza en contra de las clases que habían luchado por la
Independencia, El virreinato de Nueva España se transforma en el Imperio mexicano. Iturbide, el
antiguo general realista, se convierte en Agustín I. Al poco tiempo, una rebelión lo derriba. Se inicia
la era de los pronunciamientos.
Durante más de un cuarto de siglo, en una lucha confusa que no excluye las alianzas transitorias,
los cambios de bando y aun las traiciones, los liberales intentan consumar la ruptura con la tradición
colonial. En cierto modo son los continuadores de los primeros caudillos, Hidalgo y Morelos. Sin
embargo, su crítica al orden de cosas no se dirige tanto a cambiar la realidad como la legislación.
Casi todos piensan, con una optimismo heredado de la Enciclopedia, que basta con decretar nuevas
leyes para que la realidad se transforme. Ven en los Estados Unidos un modelo y creen que su
prosperidad se debe a la excelencia de las instituciones republicanas. De ahí su federalismo, por
oposición al centralismo de los conservadores. Todos esperan que una Constitución democrática, al
limitar el poder temporal de la Iglesia y acabar con los privilegios de la aristocracia terrateniente,
producirá casi automáticamente una nueva clase social: la burguesía. Los liberales no sólo tienen
que luchar contra los conservadores, sino que deben contar con los militares, que cambian de bando
según sus intereses. Mientras disputan las facciones, el país se desintegra. Los Estados Unidos
aprovechan la ocasión y en una de las guerras más injustas en la historia, ya de por sí negra, de la
expansión imperialista, nos arrebatan más de la mitad del territorio. Esta derrota produjo, a la larga,
una reacción saludable, pues hirió de muerte al caudillismo militar, encarnado en el dictador Santa-
Ana. (Alternativamente liberal y conservador, guardián de la libertad y vendedor del país, Santa-
Ana es uno de los arquetipos del dictador latinoamericano: al final de su carrera política ordena
honras fúnebres para la pierna que pierde en una batalla y se declara Alteza Serenísima.) La
rebelión popular expulsa a Santa-Ana y da el poder a los liberales. Una nueva generación, heredera
de José María Mora y Valentín Gómez Farias, maestro de la "inteligencia" liberal, se dispone a dar
nuevos fundamentos a la nación. La primera piedra será una constitución. En efecto, en 1857,
México adopta una carta constitucional liberal. Los conservadores apelan a las armas. Juárez
responde con las Leyes de Reforma, que acaban con los "fueros" y destruyen el poder material de la
Iglesia. Derrotado, el partido conservador acude al extranjero y, apoyado por las tropas de Napoleón
III, instala en la capital a Maximiliano, segundo emperador de México. (Nueva ambigüedad
histórica: Maximiliano era liberal y soñaba con crear un Imperio latino que se opusiese al poderío
yanqui. Sus ideas no tenían relación alguna con las de los obstinados conservadores que lo
sostenían.) Los reveses europeos del Imperio napoleónico, la presión norteamericana (cuyo sentido
puede tergiversarse si se olvida que Lincoln estaba en el poder) y, en fin, la encarnizada resistencia
popular, causa original y determinante de la victoria, consuman el triunfo republicano. Juárez fusila
a Maximiliano, episodio no sin analogías con la ejecución de Luis XVI: la "razón geométrica" es
acerada.
La Reforma consuma la Independencia y le otorga su verdadera significación, pues plantea el
examen de las bases mismas de la sociedad mexicana y de los supuestos históricos y filosóficos en
que se apoyaba. Ese examen concluye en una triple negación: la de la herencia española, la del
pasado indígena y la del catolicismo —que conciliaba a las dos primeras en una afirmación
superior—. La Constitución de 1857 y las Leyes de la Reforma son la expresión jurídica y política
de ese examen y promueven la destrucción de dos instituciones que representaban la continuidad de
nuestra triple herencia: las asociaciones religiosas y la propiedad comunal indígena. La separación
de la Iglesia y del Estado, la desamortización de los bienes eclesiásticos y la libertad de enseñanza
(completada con la disolución de las órdenes religiosas que la monopolizaban), no eran sino el
aspecto negativo de la Reforma, Con la misma violencia con que negaba la tradición, la generación
de 1857 afirmaba algunos principios. Su obra no consiste nada más en la ruptura con el mundo
colonial; es un proyecto tendiente a fundar una nueva sociedad. Es decir, el proyecto histórico de
los liberales aspiraba a sustituir la tradición colonial, basada en la doctrina del catolicismo, por una
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