Page 150 - COELHO PAULO - El Demonio Y La Srta Prym 4.RTF
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salió de la línea de fuego. Las otras mujeres la
imitaron.
-Pueden disparar, si quieren. Pero yo sé que esto
es una trampa del extranjero y no pienso ser cómplice
en este crimen.
-¡Tú no sabes nada de nada! -exclamó el terrateniente.
-Si tengo razón, dentro de poco el alcalde
estará entre rejas, y mandarán investigadores a
Viscos para averiguar a quién robó el tesoro.
Alguien tendrá que dar explicaciones y ese alguien
no seré yo, por supuesto.
»Pero les prometo que callaré; sólo diré que no
sé qué pasó. Además, todos conocemos al alcalde,
al contrario del extranjero, que mañana se irá de
Viscos. Es posible que asuma toda la culpa y diga
que robó a un hombre que pasó una semana en el
pueblo. Todos le consideraremos un héroe, el crimen
jamás será descubierto y seguiremos adelante con
nuestras vidas, pero, de una manera o de otra, sin
el oro.
-¡Claro que asumiré la culpa! -exclamó el
alcalde, que tenía muy claro que todo aquello era
una invención de aquella chalada.
Pero oyó el primer chasquido de una escopeta
que volvía a doblarse.
-¡Confíen en mí! -gritó el alcalde-. ¡Acepto el
riesgo!
Pero, por toda respuesta, oyó otro chasquido,
y otro, y los chasquidos parecían contagiarse unos a
otros, hasta que casi todas las escopetas
estuvieron dobladas; ¿desde cuándo se puede uno
fiar de las promesas de los políticos? Sólo las
escopetas del alcalde y del sacerdote permanecían
listas para disparar; una apuntaba a la señorita
Prym, la otra, al cuerpo de Berta. Pero el leñador
-el mismo que antes había calculado la cantidad de
perdigones que atravesarían el cuerpo de la vieja-
se dio cuenta de lo que estaba sucediendo, se
acercó a ellos, y les arrancó las escopetas de las
manos: el alcalde no estaba tan loco como para

