Page 148 - COELHO PAULO - El Demonio Y La Srta Prym 4.RTF
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oro, en sí mismo, no vale nada. Absolutamente
                   nada.
                            No podemos comerlo ni beberlo ni usarlo
                   para comprar más ganado o tierras. Lo que vale es
                   el dinero. ¿Cómo vamos a transformar este oro en
                   dinero?
                            »Podemos hacer dos cosas: la primera, pedir
                   al herrero que funda los lingotes, los divida en 280
                   pedazos iguales y cada uno irá a la ciudad a
                   cambiarlo. Inmediatamente, despertaremos las sospechas
                   de las autoridades, porque no hay oro en este valle,
                   y resultará muy extraño que todos los habitantes de
                   Viscos aparezcan con un pequeño lingote. Las
                   autoridades
                   desconfiarán. Nosotros diremos que encontramos un
                   antiguo tesoro celta.
                            Una rápida investigación demostrará que el
                   oro está recién fundido, que ya hicieron excavaciones
                   aquí, que los celtas no poseían cantidades tan
                   grandes de oro o habrían erigido una ciudad grande
                   y lujosa en esta zona.
                   -¡Eres una ignorante! -dijo el terrateniente-.
                            Llevaremos los lingotes al banco tal como
                   están, con el sello del gobierno incluido. Los
                   cambiaremos y repartiremos el dinero entre todos
                   nosotros.


                   -Esa es la segunda cosa. El alcalde coge los
                   diez lingotes, los lleva al banco y pide que se
                   los cambien por dinero. El cajero no le hará las
                   preguntas que haría si todos nosotros, de uno en
                   uno, nos presentáramos en el banco con un lingote;
                   como el alcalde es una autoridad, sólo le pedirá
                   el certificado de compra del oro. El alcalde dirá
                   que no lo tiene pero que –tal como dice su mujer-
                   tiene el sello del gobierno y es auténtico. En él
                   consta la fecha y el peso.
                            »Para aquel entonces, el hombre que nos
                   habrá dado el oro estará muy lejos de aquí. El
                   cajero dirá que necesita un cierto tiempo, ya que,
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