Page 142 - 14 ENRIQUE IV--WILLIAM SHAKESPEARE
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BARDOLPH.- Precisamente, milord; se ilusionó con la esperanza,
aspiró el aire de una promesa de ayuda, animándose él mismo con la
expectativa de un refuerzo que fue menor que la menor de sus
ilusiones. Fue así que, con una imaginación desmedida, propia de la
locura, llevó a los suyos a la muerte y, enceguecido, se precipitó él
mismo en la tumba.
HASTINGS.- Pero permitidme deciros que no veo el mal en hacer el
cálculo de probabilidades y analizar los motivos de esperanza.
BARDOLPH.- Sí, lo hay, en una guerra de esta clase, cuando las
fuerzas necesarias existen solo en la esperanza, como esos botones que
vemos aparecer al principio de la. primavera y que ofrecen menos
esperanzas de dar frutos que de ser consumidos por la helada. Cuando
pensamos en edificar, estudiamos en primer término el terreno y luego
levantamos el plano; cuando vemos la configuración de la casa
entonces calculamos los gastos de su construcción. Y si encontramos
que sobrepasan nuestros recursos, qué otra cosa hacemos sino volver a
trazar nuestro plan en proporciones menores o, por fin, renunciar a
edificar? Con mayor razón en esta grande obra (en la que se trata casi
de derribar una monarquía y levantar otra) debemos estudiar el
terreno de la situación y el plano, establecer cimientos sólidos,
consultar los hombres idóneos, examinar nuestros recursos, saber
cuáles son nuestras fuerzas para tal empresa y compararlas con las del
enemigo. De otra manera, nos hacemos fuertes en el papel y
alineamos nombres de hombres, en vez de hombres, como aquel que
trazara un plan de edificio, superior a sus medios para edificarlo y
que, después de haber construido la mitad, renunciara a continuarlo,
dejando sus costosos trabajos abandonados al llanto de las nubes y a la
ruda tiranía del invierno.
HASTINGS.- Admitamos que nuestras esperanzas, a pesar de su
hermosa concepción, mueran al nacer y que poseamos en este
momento hasta el último soldado de los que podemos esperar, pienso
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