Page 185 - 14 ENRIQUE IV--WILLIAM SHAKESPEARE
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               Enrique IV                             donde los libros son gratis

                   (Entra Westmoreland)
               ARZOBISPO.- Quién es ese jefe armado de pies a cabeza que se
               avanza hacia nosotros?
               MOWBRAY.- Paréceme que es milord de Westmoreland.
               WESTMORELAND.- Os saludo y os trasmito el cordial cumplimiento
               de nuestro general, lord Juan, duque de Lancaster.
               ARZOBISPO.- Hablad sin temor alguno, milord de Westmoreland.
               Qué motivo os trae?
               WESTMORELAND.- Y bien, milord, es a vos que principalmente
               deben dirigirse mis palabras. Si esta rebelión se avanzara, lógica
               consigo misma, en multitudes bajas y abyectas, guiada por una
               juventud sanguinaria, escoltada por el furor y seguida por muchachos
               y pillos; sí, repito, esta maldita conmoción apareciera así en su
               verdadera, nativa y más propia forma, vos, reverendo padre y estos
               nobles señores, no estaríais aquí para vestir las feas formas de la
               innoble y sangrienta insurrección, con vuestros brillantes honores,
               Vos, lord Arzobispo, cuya sede se mantiene sobre la paz civil; cuya
               barba tocó la argentina mano de la paz, cuya ciencia y bellas letras
               tuvieron la paz por tutor, cuyas blancas vestiduras simbolizan la
               inocencia, la paloma y el santo espíritu de paz, porqué con tal extravío
               traducís la palabra de paz, que envuelve tanta gracia, en el áspera y
               violenta lengua de la guerra, convirtiendo vuestros libros en tumbas,
               vuestra tinta en sangre, vuestras plumas en lanzas y vuestro lenguaje
               divino en la trompeta estrepitosa y el clamor de la guerra?
               ARZOBISPO.- Porqué razones obro así? Tal es la cuestión y en breves
               términos os diré mi objeto. Estamos todos enfermos; los excesos de
               intemperancia y de lascivia nos han comunicado una fiebre ardiente,
               que nos reclama sangrarnos. De esa enfermedad fue  atacado nuestro
               último rey, Ricardo, y murió. Pero, mi muy noble lord de
               Westmoreland, no me considero aquí como médico y no es como
               enemigo de la paz que milito en las filas de los hombres armados;
               antes bien, si me muestro bajo el aspecto temible de la guerra por un

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