Page 206 - 14 ENRIQUE IV--WILLIAM SHAKESPEARE
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               William Shakespeare                    donde los libros son gratis

               decretos, porque la hora ha llegado de escarnecer el orden. Enrique V
               ha sido coronado: arriba, la Locura! Abajo, la Real grandeza!
               Vosotros todos, sabios consejeros, atrás! Y ahora acudid a la Corte de
               Inglaterra, de todas las regiones, frívolas abejas! Ahora, vecinas
               contreras, purgaos de vuestra escoria!. Tenéis algún rufián que jure,
               beba, baile, pase la noche en jarana, robe, asesine y cometa los más
               viejos crímenes de la manera más nueva? Sed felices ya no os
               incomodará más: Inglaterra va a cubrir con un doble dorado su triple
               infamia! Inglaterra le dará empleo, honor,  poder; porque el quinto
               Enrique arranca a la Licencia domada el bozal de la represión y la
               perra salvaje va a clavar su diente en la inocencia. Oh mi pobre reino,
               enfermo de las luchas intestinas! Si mis cuidados no han podido
               preservarte del desastre, qué será de ti, cuando sea el desastre quien te
               cuide? De nuevo te convertirás en un desierto, poblado por los lobos
               tus antiguos habitantes!
               PRÍNCIPE ENRIQUE.- (Arrodillándose) Perdonadme, mi señor, pero
               si las lágrimas no hubieran detenido mi palabra, me habría anticipado
               a esos duros y acerbos reproches, antes que vuestro dolor hubiera
               hablado, antes que tan lejos hubiera llegado. He aquí vuestra corona:
               que Aquel que lleva la corona inmortal, os la guarde largo tiempo. Si
               de otra manera la estimo, que como vuestro honor y vuestra gloria,
               que jamás me levante de esta postura obediente (que mi espíritu
               profundamente leal y respetuoso me sugiere) como el homenaje visible
               de su sumisión. El  cielo me es testigo que, cuan un aquí llegó y
               encontré sin aliento a Vuestra Majestad, un frío mortal penetró mi
               corazón. Si finjo, pueda morir en mi presente desvarío y no vivir
               bastante para mostrar al mundo incrédulo, el noble cambio que me
               había propuesto! Habiéndome acercado para miraros, creyendoos
               muerto (casi muerto yo mismo), oh! mi soberano, pensando que lo
               estabais, hablé a la corona como si pudiera oírme y así la vituperé: Los
               cuidados que causas, aniquilaron el cuerpo de mi padre. Así, tú, del
               mejor oro, eres el oro peor. Otro, de menos ley que tú, es más

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