Page 56 - A orillas del río Piedra me senté y lloré
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Durante cuatro días había tratado de no hacer caso a la voz de mi cora-
zón, pero ella se fue fortaleciendo cada vez más, para desesperación de la
Otra. En el rincón más escondido de mi alma, yo seguía existiendo, y creyendo
en los sueños. Antes de que la Otra dijese algo, acepté la invitación, acepté el
viaje, decidí correr los riesgos.
Y a causa de eso —de lo poco mío que quedaba— el amor volvió a en-
contrarme, después de haberme buscado en todos los confines del mundo. El
amor volvió a encontrarme, a pesar de que la Otra había montado una barrera
de prejuicios, certezas y libros de estudio en una tranquila calle de Zaragoza.
Abrí la ventana y el corazón. El sol inundó mi habitación, y el amor inun-
dó mi alma.

