Page 58 - A orillas del río Piedra me senté y lloré
P. 58
Pasamos por delante de otra columna con la imagen de la Virgen en la
cruz.
— ¿En qué piensas? —preguntó.
— En vampiros. En los seres de la noche, encerrados en sí mismos,
buscando desesperadamente compañía. Pero incapaces de amar.
»Por eso dice la leyenda que basta con clavarle una estaca en el cora-
zón para matarlo; cuando eso ocurre, el corazón despierta, libera la energía del
amor y destruye el mal.
— Nunca había pensado en eso. Pero es lógico.
Yo había conseguido clavar esa estaca. El corazón, liberado de las mal-
diciones, se hacía cargo de todo. La Otra ya no tenía dónde meterse.
Mil veces sentí deseos de cogerle la mano, y mil veces me quedé quieta,
sin hacer nada. Estaba un poco confundida; quería decirle que lo amaba, pero
no sabía cómo empezar.
Conversamos acerca de las montañas y los ríos. Anduvimos perdidos en
el bosque durante casi una hora, pero volvimos a encontrar el camino. Comi-
mos bocadillos y bebimos nieve derretida. Cuando el sol empezó a bajar, deci-
dimos regresar a Saint-Savin.

