Page 48 - Octavio Paz - El Arco y la Lira
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vértigo. Mas antes de caer en ella, experimentamos una suerte de parálisis. No en balde el tema del
        petrificado aparece una y otra vez en mitos y leyendas. El horror nos «corta el resuello», nos «hiela la
        sangre», nos petrifica. La estupefacción ante la Presencia extraña es ante todo una suspensión del ánimo, es
        decir, un interrumpir la respiración, que es el fluir de la vida. El horror pone en entredicho la existencia. Una
        mano invisible nos tiene en vilo: nada somos y nada es lo que nos rodea. El universo se vuelve abismo y no
        hay nada frente a nosotros sino esa Presencia inmóvil, que no habla, ni se mueve, ni afirma esto o aquello,
        sino que sólo está presente. Y ese estar presente sin más engendra el horror.
        El momento central del Bbagavad Gita es la epifanía de Krisna. El dios ha revestido la forma de cochero del
        carro de guerra de Arjuna. Antes de la batalla se entabla un diálogo entre Arjuna y Krisna. El héroe vacila.
        Pero no turba su ánimo la cobardía, sino la piedad: la victoria significa la matanza de gente de su misma
        sangre, ya que los jefes del ejército enemigo son sus primos, sus maestros y su medio hermano. La
        destrucción de la casta, dice Arjuna, produce «la de las leyes de la casta». Y con ellas, fundamentos del
        mundo, la del universo entero. Al principio Krisna combate estas razones con argumentos terrestres: el
        guerrero debe combatir porque la lucha es su «dharma». Retirarse del combate es traicionar a su destino y a
        lo que es él mismo: un luchador. Nada de esto convence a Arjuna: matar es un crimen. Y un crimen
        inexpiable, porque engendrará un karma sin fin. Krisna responde con razones igualmente poderosas:
        abstenerse no ha de impedir que la sangre corra, pero sí llevará a la derrota y a la muerte a los Pandu. La
        situación de Arjuna recuerda un poco a la de Antígona, sólo que el conflicto del Gita es más radical.
        Antígona se debate entre la ley sagrada y la de la ciudad: sepultar a un enemigo del Estado es un acto injusto;
        no enterrar a un hermano, impiedad. El acto que propone Krisna a Arjuna no está inspirado ni en la piedad ni
        en la justicia. Nada lo justifica. De ahí que, agotadas las razones, Krisna se manifieste. No es un azar que el
        dios se presente como una forma horrible, pues se trata de una verdadera Aparición, quiero decir, de una
        Presencia en la que se hacen aparentes —visibles, externas, palpables— todas las formas de la existencia y en
        primer término las ocultas y escondidas. Arjuna, petrificado, estupefacto, describe así su visión:


        Looking upon thy mighty form of many mouths and eyesdy of many arms and thighs and feety of many bellies,
        and grim with many teeth, O mighty—armed one, the worlds and I quake.
        For as I behold thee touching the heavens, glittering, many—hued, with yawning mouths, with wide eyes
        agleam, my inward soul trembles...

        Visnú es la «casa del universo» y su apariencia es horrible porque se manifiesta como una presencia
        abigarrada, hecha de todas las formas: las de la vida tanto como las de la muerte. El horror es asombro ante
        una totalidad henchida e inaccesible. Ante esta Presencia, que comprende todas las presencias, bien y mal
        dejan de ser mundos opuestos y discernibles y nuestros actos pierden peso, se vuelven inescrutables. Las
        medidas son otras. Krisna resume la situación en una frase: Thou art my tool Arjuna no es sino una
        herramienta en las manos del dios. El hacha no sabe qué es lo que mueve la mano que la empuña. Hay actos
        que no pueden ser juzgados por la moral de los hombres: los actos sagrados.
        En la escultura azteca lo sagrado también se expresa como lo repleto y demasiado lleno. Mas lo horrible no
        consiste en la mera acumulación de formas y símbolos, sino en ese mostrar en un mismo plano y en un
        mismo instante las dos vertientes de la existencia. Lo horrible muestra las entrañas del ser. Coatlicue está
        cubierta de espigas y calaveras, de flores y garras. Su ser es todos los seres. Lo de adentro está afuera. Son
        visibles al fin las entrañas de la vida. Pero esas entrañas son la muerte. La vida es la muerte. Y ésta, aquélla.
        Los órganos de la gestación son también los de la destrucción. Por la boca de Krisna fluye el río de la
        creación. Por ella se precipita hacia su ruina el universo. Todo está presente. Y este todo está presente
        equivale a un todo está vacío. En efecto, el horror no sólo se manifiesta como una presencia total, sino
        también como ausencia: el suelo se hunde, las formas se desmoronan, el universo se desangra. Todo se
        precipita hacia lo blanco. Hay una boca abierta, un hoyo. Baudelaire lo sintió como nadie:

        Pascal avait son gouffre, avec lui se mouvant. —Helas! tout est abíme —action, désir, réve, Parole! et sur
        mon poil qui tout droit se releve Mainte fots de la Peur je sens passer le vent.
        En haut, en bas, partouty la profondeur, la gréve, Le silence, Vespace affreux et captivant. .r Sur le fond de
        mes nuits Dieu de son doigt savant Dessine un cauchemar multiforme et sans tréve.
        ]yai peur du sommeil comme on a peur d'un grand trou, Tout plein de vague horreur, menant on ne sait oü;
        Je ne vois qu'infini par toutes les fenétres,
        Et mon esprit, toujours du vertige hanté,
        Jalouse du néant Vinsensibilité.
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