Page 113 - La Cabeza de la Hidra
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cuerpo primero. Entiendo que las dos partes querían información sobre las reservas de
petróleo de México y sospecho que el anillo tenía que ver con eso. Pero el teatro en
Palacio, ¿para qué?, ¿cómo?, ¿qué pretendía cada parte?
—Pues con tu venia, trataré de ser sistemático. Deja que termine el disco.
Cuando concluyeron los acordes del allegro moderato, junté las manos y bajé la cabeza.
No deseaba mirar a Félix.
—Ambos querían la información. Eso es cierto y es lo primero que hay que saber. ¿Para
qué la querían? Por una razón evidente. Desconocían, y gracias a nosotros seguirán
desconociendo, la extensión, la ubicación y la calidad de los nuevos yacimientos. En
caso de un nuevo conflicto en el Medio Oriente pueden suceder muchas cosas.
—Trevor ya me enumeró todas las hipótesis en Houston —dijo Félix con impaciencia—
. Conozco la conclusión: en todos los casos, el petróleo mexicano puede ser el
inesperado as de la baraja. ¿Qué más?
—Las razones particulares de cada bando.
Me levanté y caminé hasta Félix. Acerqué mi cabeza a la suya. Sabía que animar la
intimidad era inútil; quizás pensé que la supliría la incomodidad vecina a un miedo
postergado que suele acompañar este tipo de acercamiento físico desprovisto de
esperanzas.
—Los árabes querían la información para presionar a México; nuestro ingreso a la
O.P.E.P. fortalecería a la organización, pero debilitaría a México. Podemos ser
solidarios de la O.P.E.P., pero no miembros. Somos dueños únicos de núestro petróleo
desde 1938; los árabes no. No compartimos ganancias con ninguna compañía
extranjera; los árabes sí. Somos capaces de manejar por nosotros mismos todas las
etapas del petróleo, desde la exploración hasta la exportación; los árabes no. Ingresar a
la O.P.E.P. es meterse en batallas que ya libramos y ganamos. Y perderíamos, de paso,
los beneficios de la Ley de Comercio norteamericana. Los árabes lo saben; los gringos
también. Resultado: una debilidad aún mayor de México. Israel, por su parte, tiene
interés en que México no comprometa su petróleo y siga una política de exportación
masiva que compita con la O.P.E.P. y asegure, directa o indirectamente, suministros al
Estado judío. De allí la necesidad de los israelitas y los norteamericanos de conocer con
exactitud las reservas con las que contaría el mundo occidental en caso de un nuevo
conflicto. Pues si se llega a la guerra, no lo dudes, Washington apretará todas las tuercas
para que el petróleo mexicano sea la respuesta al petróleo árabe.
—No me has contestado la pregunta sobre lo que pasó en Palacio.
—Simplemente, el Director General decidió adelantarse a los acontecimientos. Es un
viejo zorro; su inteligencia sólo es comparable a su audacia y una alimenta a la otra; es
el más peligroso de todos. Se dio cuenta de que existía la seria posibilidad de una
entrega más o menos disfrazada del petróleo mexicano a los Estados Unidos y a Israel.
El hecho sería fatal para los árabes. El Director General decidió jugarse el todo por el
todo. Una vez que te ubicó, te convirtió en el candidato ideal para su maquinación.
Sospechaba que trabajabas para un servicio de inteligencia ilocalizable. Al mismo
tiempo, eras judío converso. Decidió matar dos pájaros de una pedrada. O más bien,
tres. Porque preparó realmente el asesinato del Presidente.
Metí la mano en la bolsa y acaricié la .44 que allí se escondía inocente como un pájaro
más de esta charada, negro y frío.
—¿Cuál era su plan? —preguntó nerviosamente Félix, sin atender al movimiento de mi
mano.
—Dispuso a su gente en el Salón del Perdón. Al acercarse a ti el Presidente, un tirador
dispararía a matar. En la confusión inmediata, Rossetti te pondría en la mano la pistola.
Así.

