Page 462 - La Constelación Del Perro - Peter Heller
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El  faro,  la  torre:  los  aviones  destrozados


              estaban  calcinados  como  los  coches.  Fue  un


              fogonazo,  un  pensamiento  que  no  llegó  a


              cristalizar,  no  hubo  tiempo.  Fue  solo  el  impacto


              de  una  imagen:  los  aviones  quemados  y


              destrozados. Distintos de los de Erie. Distintos de


              los  de  Denver,  de  los  de  Centennial,  que  eran


              aviones  viejos  arrancados  de  sus  anclajes  y



              volcados por el viento. Estos se habían estrellado


              con el motor encendido. Tiré del volante, pero no


              para iniciar la recogida. Pegué un tirón y empujé


              con fuerza el acelerador hacia el panel y el motor


              arrancó  y  chilló  y  apagué  la  calefacción  del


              carburador  de  un  manotazo  a  la  palanca  y  la


              Bestia  se  encabritó  dando  una  sacudida.



              Volvimos  a  elevarnos  de  la  pista  con  un  ángulo


              incluso  más  pronunciado  que  una  hora  y  media


              antes, al despegar en la pradera. Los corderos se


              pusieron a gemir.




                     Miré por la parte baja de la ventanilla, por la


              cúpula  de  plexiglás,  y  en  ese  mismo  instante


              surgió  el  cable,  se  tensó.  A  poco  más  de  diez


              pies de las ruedas. Saltó como el resorte de una


              trampa, que es lo que era.




                     ¡Hostia puta!






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